La ola amarilla contraataca: ¡Saransk, capital colombiana!

Miles de colombianos volvieron a hacerse sentir en Rusia, como en Brasil, con mucha alegría y fe.

Ambiente Colombia vs Japón

Hay buena relación entre japoneses y colombianos.

Foto: Futbolred

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19 de junio 2018 , 07:22 a. m.

Parece Cali. Calor seco, poca brisa sobre el mediodía, ropa pegada al cuerpo y un camino de camisetas amarillas. Así luce el estadio Arena Mordovia de Saransk, una ciudad pequeñita, donde la gente camina mucho y habla poco, muy poco en otro idioma que no sea ruso. Es la casa de Colombia para el debut, una casa calurosa donde es fácil sentirse local.

Y en este Cali, Saransk, en fin, este caluroso escenario de rostros conocidos y paisanos que van andando como en procesión al grito de ¡Colombia! ¡Colombia!, vuelve a la memoria el camino de Belo Horizonte, en aquella feliz tarde, igual de sofocante, cuando el peor calor lo sintieron los griegos, en un debut inolvidable, un día imborrable, un Mundial para la historia.

Aquí el partido comenzó tempranísimo, con duelos de vóley-fútbol y contiendas de vuvuzelas en ‘Villa Colombia’, un terreno alejadito de la cancha, donde se concentraron los aficionados para pintarse la cara, comer algo y, más que nada, refugiarse del intenso sol bajo dos sombras: la de las sombrillas y la de la cerveza helada. Para muchos beber algo frío, por más que no tuviera ni una gota de alcohol, era como sentirse con un pie en casa.

Se han ido conociendo en medio de la aventura. Unos se encontraron en Moscú y vinieron en el muy eficiente servicio de trenes de Rusia. Poco más de 8 horas fueron suficientes para entablar una amistad que es culpa de la Selección Colombia.

Otros venían juntos desde Bogotá, desde Cali, desde Bucaramanga y el Eje Cafetero. Algunos ocultaron tras un viaje familiar a Europa el ‘oscuro’ interés de estar aquí, en Saransk, este 19 de junio a las 3:00 p.m. Y se salieron con la suya.

Ambiente Colombia vs Japón

Los aficionados cafeteros, siempre originales y diferentes.

Foto: Mauricio Moreno/ETCE

Silvestre Dangond tuvo en ‘Villa Colombia’ un peso definitivo: sonaba el acordeón y un resorte saca de sus lugares a los caballeros, que buscan pareja de inmediato, no importa si sólo quedaba el mejor amigo. El contoneo de caderas y hombros asombraba a los pocos rusos y unos cuantos japoneses, que por suerte no entendieron la cantidad de combinaciones de sushi que planeaban los colombianos con sus caritas pintadas. ‘Nipon’, ‘Nipon’, les decían, tratando de parecer valientes, aún en medio de la jauría amarilla.

El calor fue subiendo y ya nadie quería saber de comida. Fue turno para la ansiedad. Pasaron las caras de James, Cuadrado, Ospina y Falcao en una barra de Tunja que se robó el protagonismo a pocos minutos del inicio del partido.

Las colombianas, siempre bellas, volvieron a gritar a los cuatro vientos su amor por Falcao y alguna analista se animó a decir que James no era titular nada más para ‘despistar al enemigo’.

Era Colombia en el Mundial, con sus caras y sus chistes y su calidez. Era, como en Brasil, una ola amarilla plena de motivación y fe. Otra vez Japón en el camino y otra vez un amor que iba sobre la ola en la tribuna, de lado a lado del Arena Mordovia, un golpe de motivación que fue bajando al campo, sin james, pero con Cuadrado, sin Aguilar pero con Lerma, sin una sola palabra en ruso y una sonora, del alma, un grito de batalla: ¡¡¡VAMOS!!!!!!!!

Jenny Gámez
Editora de Futbolred
Enviada Especial
Rusia

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