La sencillez es el secreto de la elegancia. Nunca fue más cierto que en el momento de la inauguración del Mundial de Rusia 2018, que comenzó con impactante miniconcierto de Robbie Williams, a quien le sobró tiempo y actitud para cantar sin invadir, sobre un escenario que se desmontó durante su presentación.
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— Yovany Restrepo (@YovanyCRestrepo) 14 de junio de 2018
Supieron los rusos combinar la potencia y la sintonía del británico con la hermosísima voz de su cantante lírica más reconocida, Aida Garifullina. Y supieron también ubicar a decenas de bailarines sobre el campo pero sin necesidad de llenarlo: los ubicaron allí donde complementaran el concierto, sin estorbar.
Lo mejor es que durante una de las canciones encontraron la manera de sacar a los artistas hasta la raya lateral, concentrar allí la atención del público y, simultáneamente, sacar el tapete verde que cubrió el acto durante los primeros minutos. Muy sutil, casi imperceptible.
Para todos los que se perdieron la inauguración de @robbiewilliams en #Rusia2018 pic.twitter.com/7xBE4bKS40
— Martha Debayle (@marthadebayle) 14 de junio de 2018
Volvería Williams a ocupar un pedacito de la cancha solo mientras terminaba su presentación y hasta allí lo acompañaría Ronaldo, cuya participación se limitó a un instante en el que ni siquiera debió tocar el balón. Pero era Ronaldo, en persona. Qué caray.
Las mujeres rusas –que son más bellas de lo que muchos sospechaban-, llevaron la imagen de la Copa hasta el centro del campo y con sus cascos dorados pusieron un poquito de color en la ceremonia. Nada exagerado, apenas para que se notara.
Y ojo que ahí no paró la sorpresa. Para todos los que vivimos acostumbrados a quejarnos de nuestros gobernantes, lo de la gente en el estadio Luzhnikí con Putin fue realmente impresionante: una ovación acompañó su breve, muy breve saludo al mundo. Hablaba y la gente lo aplaudía, lo aclamaba. Había que estar en la tribuna para creer lo que en nuestros vecindarios es ciencia ficción: un pueblo que ama a su presidente.
Pasó Infantino, pasó el show, pasaron los himnos y rodó la pelota. Y lo hizo sin estridencias, en una ceremonia absolutamente puntual, discreta y hermosa. No había que esperar de los rusos una sobreactuación ni una exhibición de poder. Lo esperable fue lo que vimos: un acto inaugural hecho de sobriedad y orgullo. Un evento ruso, extremadamente ruso.
Jenny Gámez
Editora de Futbolred
Enviada Especial
Moscú