Excusas

Columna de opinión sobre la actualidad de Atlético Nacional.

Jenny Gámez recortada final

Jenny Gámez recortada final

Foto: Jenny Gámez recortada final

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14 de agosto 2018 , 03:27 p. m.

Da alergia. Esa actitud desafiante, ese aire de soberbia, esa altanería con la que responden, siempre de mala gana, las preguntas obvias de los periodistas cansa.

Y no es que tengan en sus contratos una cláusula de gentileza, ni mucho menos. Cada quien se hace cargo de la persona que lleva adentro. Lo que llama la atención es que es justo ahora, cuando los resultados les dan la espalda, es cuando liberan su antipatía con el único objeto de culpar de sus males al que está afuera: periodista, hincha, árbitro, clima, presidente de Dimayor, todos juntos, cualquier objetivo les resulta útil.

Y al final son todos disparos al aire para no reconocer la imagen en el espejo. Es Atlético Nacional un equipo aburrido e intrascendente en una estrategia insulsa de intentar caminos por fuera con Lucumí y Vladimir Hernández, sabiendo –como saben los 19 equipos de la Liga-, que para controlarlos basta con un par de armarios (Cadavid-De los Santos, por ejemplo); es insoportablemente plano porque recarga en el recién llegado Machado la tarea total de la salida al ataque; confía -como contra Millonarios- en que una sola golondrina (Aldo Ramírez) calmará el verano goleador con remates de afuera que nunca llegan y, en esa maraña de juego predecible , aísla a Dayro Moreno, quien ha demostrado con suficiencia que cuando está de frente al arco lo suyo es el gol.

La pérdida se cuantifica en los 5 puntos de 12 posibles y el deshonroso puesto 11 de la tabla, por no mencionar el 2-0 que hay que remontar en Copa Libertadores. Pero por lo que se pierde en confianza, en capacidad competitiva, en fútbol puro ¿Quién hará el balance? ¿Quién responde? Ah claro, mejor decir que no los dejan hablar, que los castigan y los mandan a la tribuna, que el universo conspira para mal y, al final, dejar en el aire la sospecha de la persecución. Claro, de eso se trata.

Ahora, ¿Cuál ha sido el gran invento de Almirón en Nacional? ¿Cuál es el jugador que potenció, el que puso en un lugar distinto para sacarle mejor provecho o el que descubrió para el club? Pasó un torneo y comenzó otro y Lucumí jamás salió del mismo sector, cuando en América, por poner un ejemplo nada más, lo probaron hasta de mediapunta.

No se podrá cargar a la cuenta del cuerpo técnico que Monetti regale un gol por partido, pero sí que no lo toquen y le den a Vargas la responsabilidad del arco verde como medida de presión; no será culpa del jefe que Braghieri meta un planchazo de roja y tres fechas de suspensión, pero sí que se insista en un jugador cuyo único sello está hecho de torpeza y mala intención; no será su culpa que los delanteros no estén en racha pero sí que un tipo como Omar Duarte, que viene de marcar a manos llenas con otra camiseta en esta misma Liga, requiera más tiempo de adaptación que el mismísimo Yerry Mina en Barcelona.

Va siendo hora de mirarse sin miedo los defectos, como Russo en el repaso que le dio Medellín a Millonarios, y dejar de pensar, como el esposo engañado, que la solución es vender el sofá. De Reinaldo Rueda a este punto no resolvió nunca Nacional su falta de jerarquía en el banquillo. Y para Almirón y su corte de arrogantes ya va pasando el último tren.

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