El día de la reflexión: Falcao ante la derrota

Renacer, hacer de la caída una oportunidad, creer. El mensaje de capitán de la Selección Colombia.

Radamel Falcao García

El 'Tigre' es un líder natural y espera empujar a la Selección en los dos partidos que le restan.

Foto: EFE

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21 de junio 2018 , 07:47 a. m.

Rondaba la pregunta de lo que podía pasar por la cabeza de Falcao en la noche de su debut en un Mundial de fútbol. Cuánto esfuerzo, cuánta espera, cuánto sacrificio para llegar a ese 19 de junio en Saransk. Y el destino, o la suerte, o ambos permitieron preguntarle, cuando ya nadie quería saber de anécdotas frente a la devastadora realidad de la derrota 2-1 contra Japón.

“Rápidamente se fue todo cuesta arriba, no es lo que esperaba. Yo sólo traté de disfrutar y vivir al máximo lo que pasó, minuto a minuto. Pero después salió así”.

Lo dijo mirando directamente a los ojos, sin evasivas ni excusas. Salió mal y lo sabe y lo asume. No quería decirlo con rabia pero le salió así, con esa incomodidad de quien quiere pero no puede y esa mezcla de reproche y deuda que sabe que dejó en los suyos, que son millones.

Por más que repase una y otra vez su soledad, su desacierto y su ansiedad en el estadio Mordovia Arena de Saransk, nada mejora ni empeora. Sólo duele. “No tuve jugadas muy claras, fueron muy aisladas, llegué muy exigido”, acepta, incómodo, ante su elección como mejor jugador del equipo perdedor, Colombia.

Y tratando de apoyar la marca, como corresponde al capitán, encontró más reproches: “Fue muy incómodo, pero era lo que el partido demandaba de mí y lo que el equipo necesitaba. Me tocó hacer ese esfuerzo”, recuerda.

Repasa una y otra vez el guion y no entiende cómo todos, en uno de los pocos momentos en que hicieron algo coordinado durante el partido, olvidaron sus líneas. “Aguantamos en la primera etapa, empatamos, pero después Japón sacó provecho del hombre de más que tuvo todo el partido. Es obvio, siempre tuvieron un hombre libre. Uno de ellos marcó y era de esperar. No pudimos aguantar y nos llegan con una pelota parada”, lamenta.


“Fueron fríos, calculadores con el jugador de más. Colombia por momentos les limitó la fluidez, pero…”, se reprocha, con un halo de envidia.

Y con nostalgia ve de pronto dónde pudo haber descubierto una puerta de salida: “Hemos visto en la Copa Mundo que los partidos se resuelven muchas veces con acciones de pelota quieta”. ¡Claro! Así como en el gol de Quintero, pero más y más veces y con más insistencia y más peligro y, al fin, con más confianza.

Recuerda entonces que él es Falcao, la solución, la firma y se cansa de mirar al retrovisor. “Quedan dos partidos todavía, nos vamos a fortalecer, dependemos de nosotros para estas dos finales. Contra Polonia vamos como a una final. Vamos a jugarnos la vida”, se dice y se ordena, para él y para su ejército, que no son sólo los 22 que viajaban con él de vuelta a Kazán, sino sus miles de fieles en el estadio Arena Mordovia y sus millones de soldados, en Colombia y en el mundo.

Sobra contarle la historia de la dificultad, de la barrera, del inamovible, que en eso él es un maestro: “Hay que buscar la esperanza donde no la hay”, advierte. Y pone la luz sobre el siguiente paso del camino, allí donde hoy es todo oscuridad y desconfianza: “Vemos las dificultades como oportunidades sé que van a venir cosas maravillosas”.

Mirando directo a sus ojos negros es fácil creer que pasará y que en eso empeñará lo que tiene y lo que le falta, el fútbol, el alma y, como él dice, la vida. Ahora es cuando empieza su Mundial. Se fue el debut en un trago de amargura, pero le queda la Copa. Y se sabe de sobra lo que es capaz de hacer cuando le queda al menos una gota de ilusión.

Jenny Gámez
Editora de Futbolred
Enviada especial
Rusia

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