Los resistidos

Columna de opinión de Nicolás Samper sobre los buenos jugadores que no convencen a los hinchas.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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24 de septiembre 2019 , 09:15 p. m.

Todos hemos tenido uno con el que nos ensañamos. Y valga este texto para disculparnos con ellos o para afianzar ciertas sensaciones molestas hacia la víctima elegida. Es a veces un caso de terapia porque así el resto del mundo vea a nuestro objeto de fetiche como un jugador que bien podrían desear en sus toldas, uno no puede con él, sea la circunstancia que sea. Le está pasando a Andrés Ricaurte, gran futbolista del Medellín al que parte de la fanaticada últimamente no le convence su juego y lo silba casi que por deporte. Rarísimo porque Ricaurte juega y muy bien. Y hace jugar al resto.

A veces, y de ahí es que emerge esa extraña sensación, los protagonistas hacen méritos para que el sentimiento aflore. A veces es un caso profundo de extraña incompatibilidad de caracteres entre ambas partes pero nadie que se precie haber visto fútbol -no digo jugar porque ya lo he expresado acá, que lo mío rayaba en la incapacidad total- puede decir que no ha tenido un futbolista que por X o Y motivo nunca pudo meterse en nuestro corazón.

Puede ser la frialdad de ciertos instantes en los que el partido requiere -para el hincha- de algo más de sangre en la interpretación; a veces un gesto descomedido con la tribuna es capaz de desatar ese tsunami emocional que no tiene retorno; un momento puntual de un partido definitivo en el que el actor no contó con suerte -un penal definitivo, una infracción inocente que generó un tanto en contra, un autogol, una pérdida de balón que gestó una acción de peligro, algún asomo de nerviosismo natural ante un riesgo- se transforma en una especie de anotación a una hoja de vida que reposa en nuestro escritorio y que nos cuesta superar.

Pienso en Andrés Sarmiento, un volante de buena técnica que se destacó en el Bucaramanga, tanto que fue convocado a unos amistosos de Selección Colombia de mayores por Asia. Allí el “Michi” fue figura y prometió muchísimo. Millonarios entonces se avivó y fue por él raudo y presuroso. Cada vez que salía al campo yo sentía que algo no funcionaba: no tengo idea si era una cuestión de adaptación o de momento de Millonarios -entonces sumido en una pobreza franciscana- pero era como si Sarmiento y Millonarios no cupieran en el mismo pueblo, como en el viejo oeste.

No importó que una mañana en el estadio de la Universidad Nacional se hiciera un golazo para vencer 4-2 a Chicó. No importó que estuviera en un momento en el que la institucionalidad del club estaba resquebrajándose. Era incompatible para mí. La última noche que recuerdo verlo fue en un empate 1-1 ante el DIM en Bogotá. Sarmiento, si los borrones del casete mental no me traicionan, marcó de tiro libre pero él -y con razones de sobra- también parecía aburrido en el equipo. Manoteaba, se le veía fastidiado y ya casi al punto de la resignación en el instante en el que medio estadio lo chifló por una mala entrega. Y ahí se rompió todo porque ambas partes ya no iban a pelear: ya era simplemente un conformismo mutuo en el que se sabía que la relación terminaría pronto. Y así ocurrió.

A muchos les hemos tolerado más. Con otros nuestro círculo de paciencia es corto. ¿Cuál fue su jugador resistido? ¿Cuál nunca pudo pasarse ni con un litro de agua? Espero sus opiniones.

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