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Columna de opinión de Jenny Gámez sobre la situación de James en Bayern Múnich.

Jenny Gámez recortada final

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17 de enero 2019 , 07:21 a. m.

“Un genio del fútbol”, lo llamaba Heynckes; dueño de “una técnica refinada y un disparo fantástico”, afirmaba Rummenigge; “un jugador muy importante”, decía el presidente del Bayern, Uli Hoeneb. Y seis meses después, el discurso es otro: “Se juega su futuro, está en sus manos mostrarnos que tiene que estar”, dice Kovac; “vamos a observar lo que pasa en la segunda vuelta”, acepta, evasivo, el director deportivo.

Así, en un soplo, se esfuman los adjetivos y solo queda James, a secas. Él y su mágica zurda. Cálida bienvenida al más puro pragmatismo alemán.

La única queja inadmisible aquí es la ignorancia: James supo el 12 de julio del 2017 que su llegada al Bayern no era un triunfo sobre el Real Madrid sino un reto más grande, impredecible porque solo tenía dos temporadas. Entendió de inmediato que ya no resolvería sus inconformidades golpeando los banquillos y lo asumió. O al menos eso se espera.


Fue como alternativa para las asistencias y opción en la media distancia y es verdad que cumplió. Pero esa temporada terminó y, en un club construido sobre victorias, no hay memoria, hay presente. Y ese no juega en favor del zurdo.

¿Cómo no va a tener que demostrar su valía un jugador que fue titular en solo 5 partidos en primera parte de la temporada? ¿Qué autoridad tiene quien llega al final de un semestre con 472 minutos en Bundesliga (3 goles) y 169 minutos en Champions?

Presentan examen Robben y Ribery, que son leyendas, que tienen Champions y 7 y 8 Bundesligas respectivamente, que suman más de 1.000 minutos cada uno, y resulta que se van porque ya no aguantan el ritmo de la aplanadora roja; dudan de Müller, que además es alemán y campeón del mundo y con 1.781 minutos y 5 goles no termina de consolidarse; pelean Javi, Rafinha y Wagner que cuentan menos para Kovac, ¿y no va tener que probarse el colombiano? ¿Por qué no?

En Bayern y en todos los grandes del mundo se paga cada euro con rendimiento y James debe justificar 42 millones. No es poco. Tienen razón Brazzo y Kovac cuando se lo recuerdan y tiene que saber él que, aunque no es culpable de lesiones ni de algunas decisiones, solo tiene un camino: hacerse indispensable y entonces volverse exigente. Así, en ese orden.

Al final, no hacen falta mimos cuando hay talento, lo que en este caso no se discute. Ahora el reto es cerrar un par de bocas y obligar al desembolso con fútbol, sacrificio, hambre y, más que todo, humildad. Es lo justo. No habrá una oportunidad igual de demostrar que el equivocado es el que duda. ¿Quería un reto a su altura? ¡Servido!

Jenny Gámez A.
Editora de FUTBOLRED
@jennygameza

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